Teste Teste Teste

Futbolistas Cristianos


 Eran dos amigos futbolistas cristianos.  En una ocasión los dos se pusieron ha hablar de como sería el cielo y se preguntaron si el cielo tendría canchas de fútbol.  Ellos decidieron hacer un trato.  El que primero se muriera se le aparecería al otro.  Se murió uno y a los días se le apareció al vivo y le dijo: “Te voy a decir dos cosas, la primera es que en el cielo si hay canchas de fútbol y la segunda es que mañana te toca partido”

En una iglesia cristiana se congregaban unos jóvenes que eran bien carnales, y también ahí mismo se congregaba una mujer muy hermosa que se vestía un poco extravagante.  Su nombre era “Victoria”.  El pastor al terminar el sermón preguntó: ¿Cuántos quieren la victoria? los jóvenes al escuchar tal pregunta saltaron de sus sillas gritando:  ¡Yo!, ¡Yo!, ¡Yo!

Una mujer busca consejería de su pastor, pues tiene mucho coraje con su esposo.  El pastor le dice que sería buena idea que hablara con su esposo y tratara de que oraran juntos.  Al otro día la mujer regresa donde el pastor, todavía enojada con su esposo y le dice:  “mire pastor, yo quise orar con él pero me puse a leer la Biblia y encontré que la Biblia me prohíbe orar con mi esposo”.  A esto el pastor asombrado le dice: ¿Cómo que la Biblia le dice que no ore con su esposo?  ¡Eso es absurdo!, y ella le contesta: “la Biblia dice: “Orar sin cesar”.”. (Porque su esposo se llamaba “Cesar”)

Un hermano que se acababa de convertir oraba en la mañana en una de las bancas de la iglesia, pero en la banqueta de la calle se encontraban varios muchachos que conversaban en voz alta y el hermano se distraía y no podía orar, por lo que empezó a orar en voz fuerte y decía: “¡Señor, reprende a ésos batos que no me dejan orar, Señor, reprende a ésos batos que no me dejan orar, Señor, reprende a éstos batos que no me dejan orar!”.  El pastor que en ésos momentos pasaba por donde se encontraba postrado el hermano al escuchar su oración le dijo: “Oye hermano no ores así, porque se oye gacho”.

En una convención en la que tenían que ir todos en ayunas, el predicador después de dar un sermón como de cuatro horas, pregunta a la congregación: “¿Y cuantos ya desayunaron?”, refiriéndose al alimento espiritual que había hablado; en eso una hermana que estaba sentada en las primeras bancas levanta la mano y dice: “¡Hay hermano, yo nada mas tomé café!”.  (Refiriéndose a que cuando salió de su casa únicamente había tomado café).

En una iglesia rural se estaba realizando un culto muy encendido; un hermano nuevo que nunca había sentido el Espíritu Santo dijo: “Tómame Señor, tómame Señor.”  Habían unos cables [de luz] pelándose arriba y dijo, “¡Pero no me tomes tan fuerte!”

Una vez una pareja invitaron a un evangelista a quedarse en su casa mientras duraba la campaña en su iglesia.  Una noche, mientras la mamá preparaba pollo para la cena, el niño menor empezó a pedir pollo, diciendo “Yo quiero mi pollo.”  “Todavía no está,” le respondían, pero el niño seguía insistiendo cada cinco minutos.  El papá, cansado de la actitud del niño, se quitó el cinturón y mientras lo castigaba le decía, “¡TENGA SU POLLO!  ¡TENGA SU POLLO!”  El evangelista se levantó para irse a dormir, pero los hermanos le dijeron, “Hermano, no se acueste todavía, ya le vamos a dar su pollo.”  Pensando que le iban a dar del mismo pollo que le dieron al niño, el evangelista respondió, “No gracias, no tengo hambre.”  

[Una anécdota verídica para reflexionar.]  Había un pastor con tres hijos.  Un domingo se formó un revuelo al terminar la escuela dominical debido a que el hijo más pequeño de siete años estaba fuertemente aferrado a una de las bancas de la iglesia y no quería irse de la misma.  Todos estaban confundidos y no sabían que pasaba con el niño.  Su madre no lo pudo sacar de ninguna manera.  Un ujier preguntó al niño, “Luisito, ¿por qué no quieres ir a tu casa?”  El niño respondió, “Me gusta la iglesia, y que desde ahora me mudo a ella.“  Sus hermanos no entendían tal actitud y llamaron a su padre, quien era el pastor.  Su padre le preguntó el motivo de querer vivir en la iglesia, y el niño delante de todos dijo, “Papá, me quiero quedar aquí todos los días, pues aquí soy más feliz que en casa.”  Su papá le volvió a preguntar, “¿Por qué, hijo mío, dices eso?”  El niño, con lágrimas, le dijo que allí él observaba que su papá era amable con todos, que hablaba bien de los demás, que sonreía y no gritaba, que les trataba con mucho amor a él y sus hermanos y sobre todo, que él nunca había visto que allí su papá le pegara a su mamá.  Estas cosas desaparecían al llegar la familia a la casa, y por este motivo él quería vivir siempre en la iglesia.
Share on Google Plus

About Unknown

0 comentarios:

Publicar un comentario